Ese 09. de septiembre va a hablar una delegación del Congreso Nacional Indígena (CNI) de méxico al Schanzenfest en hamburgo. Del grupo de preparación de esa gira de la delegación se perparaba el siguente texto en el inicio del septiembre:
Una invitación a tejer redes de solidaridad en defensa de la vida.
¿En qué nos pueden concernir las luchas de las comunidades indígenas en México? ¿cuáles son los hilos invisibles que entretejen nuestras luchas?
Territorios lejanos revelan su cercanía en sus cuerpos atravesados por un mismo mal. Ese capitalismo furioso que despoja y amenaza la vida en cualquier rincón del planeta. Que late vigoroso dentro de nosotrxs y que todo lo quiere: lo íntimo, lo público, lo material, lo inmaterial, los animales, las plantas, los ecosistemas, lo inconmensurable. Ese capitalismo que no conoce límites, que todo lo transforma en recursos para subsistir y expandirse. De su proceso de dominación no escapa nadie. Ese mal universal que genera una necesidad y una lucha planetaria.
Y aunque la lucha es la misma aquí y allá, se vive distinta. Allá, en donde a veces no alcanzamos a ver, la violencia es la herramienta predilecta y desmedida de los dueños del dinero para devorar los territorios. Allá, por ejemplo en donde le decimos México, en territorios indígenas ancestrales, hoy en día la tierra, las aguas, el aire y hasta el cielo y el subsuelo están casi por completo en manos de la propiedad privada. Para lograr esto, el Estado Mexicano, las corporaciones y los grupos paramilitares son aliados en una continua guerra invisibilizada contra las comunidades indígenas y el México de abajo.
El despojo de tierras comunales, el desplazamiento y las desapariciones forzadas, las detenciones arbitrarias, la tortura, las ejecuciones extrajudiciales, las agresiones y criminalización de defensorxs de los derechos humanos y de la vida; son algunas de las violencias que las comunidades originarias viven a lo largo de todo el territorio. Además, la violencia institucional juega su parte, instrumentalizando supuestas “reformas sociales” que destruyen la propiedad y el tejido comunal y promueven el robo a mano armada de la tierra, induciendo desplazamientos forzados para imponer esos megaproyectos; siempre abanderados con el “progreso” del sistema mundial.
Allá, en los lugares donde la vida y la cultura son ricas y efervescentes, como Chiapas, los dueños del dinero posan su mirada y anhelan poseerlos. Y a quienes intentan resistir el despojo de la tierra, el agua, la vida y la dignidad, se les castiga con especial violencia. Las Comunidades Autónomas Zapatistas en Chiapas viven constantes ataques por parte de grupos paramilitares que les cercan, les disparan, destruyen sus milpas, sus casas, y les privan del agua, entre otras formas de agresión. Todo eso con complicidad del gobierno mexicano y de las corporaciones, muchas de ellas del llamado “Norte Global”, que bien conocen los métodos para extraer riquezas de esos territorios. Esta guerra por poseerlo todo es negada por el gobierno mexicano, que intenta hacerlo pasar por un conflicto entre comunidades originarias, y empuja cada día más a Chiapas al borde de una guerra civil.
Pero como siempre que hay opresión hay resistencia, los pueblos responden con organización y generan herramientas y narrativas para hacerle frente a la guerra del despojo. Así, en 1996 se constituyó el Congreso Nacional Indígena (CNI) como “la casa de todos los pueblos indígenas”; un espacio de solidaridad, reflexión, resistencia y rebeldía. En sus palabras: “…somos los pueblos que seguimos siendo a pesar de los 5 siglos de exterminio, violencia, dominación, despojo del capitalismo y sus aliados los dueños del dinero, los representantes de la muerte. El capitalismo se nació de la sangre de nuestros pueblos y continúa alimentándose de ella…”. Y así como el CNI, en distintos lugares y tiempos germinan y brotan distintas semillas de resistencia. En la realidad histórica de injusticia estructural de Chiapas, en 1989 fue fundado el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas, A.C. (Frayba), buscando construir un espacio por la defensa y promoción de los Derechos Humanos y en relación de mutua determinación con los procesos de pueblos y comunidades indígenas.
Y como en la organización se encarna el poder de hacer de la gente, se convoca/invoca a la solidaridad desde Slumil K’ajxemk’op, la Tierra Insumisa, la Europa de abajo, a no dejar solxs a quienes luchan por la vida. Porque si la gente lucha desde allá, aunque se ponga en riesgo la vida, nosotrxs podemos luchar desde aquí. Por eso, se acordó recibir a una delegación del Congreso Nacional Indígena (CNI) y del Frayba a compartir palabras, luchas y saberes, a tejer redes que unan el aquí y el allá, y a hacer visible lo invisible. Porque desde allá, los pueblos originarios se organizan y protegen la tierra, las aguas y los aires; esos que también traen la vida hasta aquí; como esas corrientes cálidas del Golfo de México que calientan Europa. Y porque, aunque a menor escala, las violencias que se viven allá se reproducen también aquí y en todos los rincones. Porque allá y aquí el planeta es el mismo; y nuestra lucha es una y es planetaria.
Por un mundo donde quepan muchos mundos.